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Israel, la guerra y el sagrado consenso
Nueva 'crisis del Golfo'
Contrastando con lo que ocurre con la opini�n p�blica mundial, incluso en los Estados Unidos, en Israel existe un consenso monol�tico a favor de la guerra contra Irak. �Por qu� no se escuchan voces de disenso al nacionalismo oficial en la �nica democracia del Medio Oriente?
S�lo un iconoclasta
tan genial como Bertolt Brecht pudo haber escrito, refiri�ndose a
circunstancias terriblemente concretas, afectado personalmente por los fen�menos
que describ�a, juicios tan universalmente vigentes, que trascend�an su
penuria personal, radicalmente provocada por la din�mica de los
acontecimientos. En 1940, refugiado en Finlandia, una de las tantas estaciones
temporarias en su alejamiento-exilio primero de su Alemania natal, y
sucesivamente de las zonas de Europa dominadas por el nazismo, escribi�:
"Los hombres creen que las guerras modernas tienen causas nobles,
siquiera solamente debido a que las causas verdaderas, aquellas en las que es
posible pensar, son demasiado bestiales".
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La sacralizaci�n de
los intereses que impulsan a la administraci�n norteamericana a abandonar la
v�a diplom�tica y pasar a la v�a b�lica para proseguir su pol�tica de
potencia mundial en esta nueva "crisis del Golfo" es, l�gicamente,
una tarea primordial de sus agencias propagand�sticas.�
En los pa�ses aliados que apoyan la nueva guerra contra el r�gimen de
Saddam Hussein (entre ellos, claro est�, Israel), la legitimaci�n de la
guerra le corresponde a los voceros gubernamentales y a los aparatos estatales
de difusi�n y comunicaci�n. En la opini�n p�blica de esos pa�ses, al
mismo tiempo, existen grupos y sectores significativos que cuestionan esa
justificaci�n ideol�gica del ataque militar contra Irak y hacen o�r sus
voces disidentes y sus versiones alternativas del conflicto del Golfo. En los
medios de comunicaci�n, por ejemplo, puede percibirse la pol�mica y la
diversidad de opiniones acerca del asunto. As� ocurre, incluso, en los medios
y en la opini�n p�blica norteamericanas, donde paralelamente a la discusi�n
hubo manifestaciones en contra de la abnegaci�n militarista del presidente
George W. Bush. En Israel, sin embargo, y a pesar de estar considerada la �nica
democracia del Medio Oriente, eso no pasa. El consenso es monol�ticamente
unipolar, es decir, a favor de la guerra, sin objeciones.
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Es l�gico que esa sea
la posici�n oficial, en el contexto de un recientemente elegido gobierno de
derecha nacionalista que, en nombre de la lucha contra el terrorismo,
intensifica la pol�tica de la represalia colectiva contra la poblaci�n civil
palestina de Gaza y Cisjordania. Lo llamativo y -sobre todo- preocupante es
que esa sea tambi�n la �nica posici�n en esferas que, m�s que reflejar la
visi�n gubernamental, deber�an recoger y promover la diversidad de opiniones
de los distintos sectores de la sociedad civil. Si los medios masivos de
comunicaci�n no cumplen con esa misi�n, la opini�n p�blica deja de ser tal
y se convierte en opini�n oficial, es decir en mero vocero del poder estatal.
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Alguien, ingenuamente,
podr�a preguntar: �acaso los sectores opositores al actual gobierno,
incluidos el movimiento por la paz y la izquierda israel�es, apoyan la actual
cruzada norteamericana en el Golfo P�rsico? Al fin y al cabo, as� fue en
1991, en la anterior edici�n del mismo conflicto. Hay, sin embargo,
diferencias sustanciales entre ambas situaciones: en 1991 Irak invadi�
Kuwait, rechaz� todos los intentos diplom�ticos para negociar una retirada
y, tras el primer bombardeo norteamericano, eligi� a Israel como blanco de su
reacci�n militar. El factor constante es que entonces como ahora, el r�gimen
iraqu� sigue siendo una tiran�a que cuenta con armas de destrucci�n masiva,
incluidas las no convencionales. Todas esas apreciaciones son ciertas y
constituyen, por s� solas, un buen motivo para derrocar a Saddam Hussein,
incluso por la v�a de las armas.
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El error de gran parte
de la izquierda en Israel consiste precisamente en eso, es decir, en tomar a
esos factores aislados totalmente de los otros intereses y contextos que est�n
en juego. Saddam Hussein no es un actor aislado en la pol�tica internacional,
y el peligro que hoy supuestamente encarna est� indisolublemente ligado a la
pol�tica occidental y a la geopol�tica de los Estados Unidos en el Medio
Oriente. Esa descontextualizaci�n geogr�fica del actual conflicto es posible
porque surge como producto de una descontextualizaci�n hist�rica que le
precedi�. La obnubilaci�n de esos escenarios geopol�ticos y de la
continuidad hist�rica m�s amplios no es casual ni trivial, dado que esconde
los intereses de los factores de poder que est�n en juego. En cambio, resulta
llamativa cuando es compartida por sectores que se autodefinen de izquierda.
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DESCONTEXTUALIZAR PARA LEGITIMAR
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Nuevamente la tentaci�n
de recurrir a Brecht resulta oportuna para representar ese mecanismo de
descontextualizaci�n del actual conflicto del Golfo. En los mismo apuntes en
los que escribi� la frase con la que iniciamos esta nota, publicados veinte a�os
despu�s en forma de libro titulado Di�logos
de refugiados1, el escritor entonces refugiado a causa del
nazismo anot�: "... De la clase media destruida, los campesinos y los
obreros crearon entonces el movimiento popular nacional-socialista, con el que
pod�an empezar, tranquilamente, una segunda guerra mundial. Todo se dio sin
que el orden interno fuera alterado. El orden fue garantizado por un nuevo ej�rcito
de soldados asalariados, que ya desde un primer momento los aliados
permitieron activar contra los enemigos caseros". Analizado
retrospectivamente, cuando sus consecuencias m�s nefastas son conocidas
(pero, casi hasta el �ltimo momento de sus vidas, inimaginable para las
propias v�ctimas), esa din�mica acumulativa del fortalecimiento del nazismo
es ignorada, sobre todo en lo que se refiere a la etapa previa al estallido de
la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados callaban y dejaban actuar a la
dictadura nacional-socialista cuando sus v�ctimas eran los "enemigos
internos", es decir, los jud�os y los comunistas. Cuando lo que estuvo
en peligro fue el dominio de gran parte de Europa, s�lo entonces la
"bestia nazi" pas� a ser un enemigo contra el que val�a la pena
combatir.
Sin que la analog�a
signifique una equiparaci�n entre ambos reg�menes (a la derecha nacionalista
le gusta hacer del an�lisis hist�rico ecuaciones de comparabilidad con el r�gimen
hitleriano cuando quien est� en el otro lado del signo igual es un actual
enemigo de Israel, pero condena en�rgicamente a los que, usando el mismo
mecanismo de distorsi�n y simplificaci�n, colocan al estado jud�o en ese
lugar), el ejemplo del nazismo puede ser �til para entender la actitud de los
Estados Unidos y sus aliados ante Irak. Saddam Hussein erigi� una tiran�a en
ese pa�s desde el mismo momento en que asumi� al poder. �Casualmente?, las
primeras v�ctimas del movimiento Baath, erigido en el partido estatal y el �nico
leg�timo en Irak, fueron los comunistas que apoyaron su ret�rica
nacionalista y antiimperialista y los grupos marxistas del propio partido.
Mientras esos "enemigos caseros" eran liquidados, los Estados Unidos
no estaban muy interesados en liberar al pueblo iraqu� del nuevo tirano. Es m�s,
ese mismo tirano fue apoyado y pertrechado militarmente por las potencias
occidentales durante la extensa guerra que libr� contra los ayathollahs iran�es.
En esa misma �poca, durante la d�cada del '80 del siglo pasado, cuando la
Guerra Fr�a reviv�a de la mano de Ronald Reagan y sus misiles de largo
alcance desplegados en varias zonas del mundo, los rebeldes isl�micos
fundamentalistas que luchaban en Afganist�n contra la conquista sovi�tica
contaban con el apoyo de EE.UU. All�, en ese caldo bien cultivado y
alimentado por la pol�tica exterior norteamericana, dio sus primeros pasos
Osama Bin Laden y sus compa�eros de lo que luego ser�a el movimiento
Al-Qaeda.
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En la actual era de la
post-Guerra Fr�a, desaparecido el omnipresente peligro comunista en el mundo,
la principal potencia imperial cuenta con nuevos enemigos que amenazar�an su
posici�n hegem�nica, muchos de los cuales fueron sus antiguos aliados. El
actual conflicto del Golfo P�rsico, y su reciente desencadenamiento por la v�a
b�lica, est� mucho m�s vinculado a los intereses y a la geopol�tica de esa
potencia imperial que al peligro real y concreto que Saddam Hussein representa
para el mundo democr�tico-occidental. La preservaci�n y expansi�n de la
posici�n hegem�nica-imperial de los EE.UU. poco tiene que ver con la
naturaleza del r�gimen iraqu� (otras dictaduras, tan crueles y represivas
como la de Saddam, son y fueron sus buenos aliados, como Arabia Saudita) y con
su armamentismo con potencial de destrucci�n masiva (el caso de Corea del
Norte y su nuevo arsenal nuclear no despert� el mismo inter�s altruista por
salvar al mundo de esta potencial amenaza para la estabilidad internacional).
En el pasado, la din�mica de inercia ideol�gica que mov�a a las dos grandes
potencias lleg� a desarticularse, en una etapa tard�a de la Guerra Fr�a, de
sus intereses materiales y de la amenaza real contra ellos que su respectivo
enemigo representaba. De manera similar, la actual pol�tica imperial no
responde exclusivamente a intereses materiales (las fuentes petrol�feras son
uno de los motores de esa pol�tica pero no el �nico, ni siquiera el
principal), sino que se enmarca en una din�mica de reforzamiento de su
hegemon�a y su legitimidad. Tal como lo vio Antonio Gramsci a principios del
siglo pasado, cuando el consenso no basta para legitimar los intereses del
bloque hegem�nico (dado que ellos quedan muy desnudos -o bestiales, para
citar nuevamente a Brecht- cuando este bloque constituye la �nica alternativa
hegem�nica), este �ltimo debe hacer uso directo de su otro componente
esencial: la fuerza.
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VIEJOS ALIADOS, NUEVOS ENEMIGOS
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Goerge W. Bush act�a,
en este sentido, en forma similar a Ronald Reagan. La inercia ideol�gica y
pol�tica de rearmarse para desbaratar la amenaza encarnada por el enemigo los
ha llevado a montar un aparato b�lico de dimensiones absolutamente
desproporcionadas al da�o concreto que ese enemigo puede infligirles. Esa din�mica
se ha desvinculado incluso de los intereses materiales de la gran potencia
mundial, cuya defensa dio origen a la l�gica del conflicto. El historiador
brit�nico Edward P. Thompson llam� a esa l�gica "exterminismo".
La carrera armamentista y el rearme nuclear alcanzaron dimensiones
impresionantes bajo la presidencia de Reagan, cuando los misiles Cruise y
Pershing fueron instalados en las bases europeas de la OTAN. Actualmente Bush
le impone su delirio imperial y su prepotencia b�lica a la agenda
internacional, en un mundo que, tras el colapso del enemigo �nico y
todopoderoso, ya no es bipolar. Entonces los insignificantes aliados de ayer
se transforman en el enemigo m�s peligroso de hoy.
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La descontextualizaci�n
del conflicto tampoco ocupa casualmente un lugar preponderante en el debate p�blico
que se desarrolla en Israel.� Aqu�
a pocos les conviene recordar que el fundamentalismo isl�mico entre los
palestinos de los territorios ocupados no siempre fue un enemigo ac�rrimo de
Israel, como lo es su actual expresi�n m�s criminal y radical: el terrorismo
suicida. Cuando ese mismo movimiento comenz� a propagarse en Cisjordania y
Gaza, tambi�n en la d�cada del '80 del siglo XX, su car�cter
fundamentalista se basaba en el integrismo religioso pero era pr�cticamente
apol�tico desde el punto de vista de su agenda nacional. Entonces fue apoyado
por Israel como opci�n alternativa a la militancia nacionalista de la OLP. La
religi�n, incluso en su variante fundamentalista, era preferible al laicismo
racional de la lucha pol�tica y armada contra Israel. El radicalismo
religioso se politiza como resultado de la primera Intifada, y el movimiento
conocido con el nombre de Ham�s surge en ese proceso de transfiguraci�n que
es, en gran medida, una reacci�n a la ocupaci�n israel�. El dominio de
Israel ya no es visto como una mera carencia de autonom�a y soberan�a pol�ticas
(irrelevantes para la religi�n) sino tambi�n como el dominio extranjero de
los lugares santos del Islam en Palestina (Jerusalem, Hebr�n). Al fanatismo
religioso, en un principio inerte y hasta posible aliado a ojos de las
autoridades israel�es, se le sum� el radicalismo nacionalista2.
El terrorismo palestino, con toda su abominable crueldad, no deja de ser una
reacci�n a un proceso en el que el r�gimen israel� de ocupaci�n es uno de
los factores determinantes.
Una de las escas�simas
voces cr�ticas a la actual guerra contra Irak que se escucharon en la
televisi�n israel� fue la del periodista Guidon Levy. En uno de los
programas de talk-show pol�tico (ese g�nero tan caracter�stico de la era
del imperio del raiting) m�s populares del canal estatal, Levy fue el �nico
integrante del panel que dijo que la guerra era "injusta, ilegal e
innecesaria". A diferencia de su trato tolerante y apacible ante los dem�s
panelistas, el moderador del programa no dej� de bombardear a Levy con
preguntas cortantes e incisivas (en este tipo de productos medi�ticos el
moderador siempre asume el rol de vocero de un presunto consenso nacional,
llam�ndole la atenci�n y reprobando a quienes se descarrilan del mismo).
Entre las preguntas que interrump�an cada una de sus frases y los ataques
verbales de los dem�s panelistas, Levy logr� decir algo de su ideario
subversivo: "La tiran�a de Saddam Hussein -afirm�- no es la �nica
existente en el mundo, ni en el Medio Oriente. No menos cruel es la tiran�a
que Israel ejerce contra los palestinos de Cisjordania y Gaza, que cobra
varias v�ctimas inocentes por d�a, destruye sus casas y les impone la
inmovilidad y el aislamiento permanentes".
En un pa�s cuya
agenda p�blica a�n est� dominada por un conflicto nacional-territorial, que
atraviesa una etapa de violencia y barbarie que parec�a haber sido superada,
es comprensible que la opini�n de Guidon Levy sea minoritaria. Por otro lado,
esa opini�n ser�a leg�tima y v�lida en cualquier sociedad democr�tica. Si
ella no tiene cabida en la opini�n p�blica (que est� pautada y modelada
principalmente por los medios masivos de comunicaci�n),�
y el oficialismo es la voz monol�tica en esa esfera supuestamente
abierta y plural, entonces se trata de una mera democracia formal cuyos
aparatos ideol�gicos funcionan de acuerdo a una l�gica totalitaria. La
izquierda y el movimiento por la paz en Israel deber�an ser esas voces que
desarticularan la uniformidad oficialista, poniendo al descubierto el car�cter
m�tico y ahist�rico de su ret�rica nacionalista. Al dejar solo a Guidon
Levy nadando contra la corriente del consenso, esas fuerzas le hacen un flaco
favor a su propia causa.
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1. Este t�tulo es una
traducci�n literal del t�tulo de la edici�n hebrea, aparecida en
Tel-Aviv/Jerusalem en 1996. Esta �ltima es, a su vez, una traducci�n de la
primera edici�n en alem�n, aparecida en 1961, cuando se public� el legado
literario de Brecht. Desconozco si existe una edici�n en castellano de la
obra.
2. Sobre este tema
puede consultarse: Sergio Rotbart, Contenci�n o escalada: historia de dos
concepciones. Tercera Parte, Hagsham@.
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