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Editorial

          

En el fallido intento del presidente palestino Yasser Arafat de designar a su sobrino Mussa Arafat como jefe de la Seguridad Nacional quedó al descubierto la actual debilidad del histórico líder y la feroz interna que amenaza con destruir la base que aún sostiene a la Autoridad Nacional Palestina (A.N.P) como super-estructura de gobierno para un futuro Estado.

Sin embargo esta situación tiene, como todo en el conflicto palestino-israelí, muchos, quizás demasiados costados. Por un lado la corrupción (fuertemente representada por Mussa Arafat) reinante en la dirección política y militar palestina ha llegado a niveles insoportables en detrimento de su pueblo, cuyas tres cuartas partes se encuentra viviendo en situaciones extremas de pobreza. De hecho, las consignas principales, levantadas como bandera en las masivas manifestaciones palestinas, eran contra la ineficacia y la corrupción y por urgentes reformas sociales y económicas. Otro punto sobresaliente de la peor crisis que le ha tocado afrontar a Arafat en su larga historia como máximo dirigente palestino, es la posición que tomaron los integrantes de las Brigadas de Mártires Al-Aqsa �sector más radicalizado de la milicia más fiel a Arafat, Al-Fatah-. Este grupo terrorista fue quien encabezó el ataque a distintos edificios pertenecientes a la A.N.P en Gaza, sublevándose por primera vez contra su líder. Los nuevos cuadros de conducción de estas �brigadas� le están dando una nueva orientación a las mismas. Hace diez años, cuando Arafat volvió del exilio a los territorios en disputa para seguir comandando a sus seguidores, las Brigadas Al-Aqsa tenían una fuerte orientación secular, que en los últimos tres años fue cambiando por otra, no menos fuerte, orientación islamista.

En tanto, parecería ser que el único �beneficiado� con esta situación es el Premier Mahmud Qurei, cuya renuncia fue rechazada por Arafat, quien de hecho sigue controlando los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad nacional.

Esta crisis, además, puso en jaque la relación entre el Departamento para Refugiados Palestinos de la O.N.U (U.N.R.W.A, según sus siglas en inglés) y la A.N.P, tras el secuestro, con posterior liberación, de cuatro ciudadanos franceses que se encontraban en aquella región realizando trabajo social voluntario, a manos de una banda armada palestina. Toda esta situación hace pensar que cuando se efectúe el retiro militar israelí de la Franja de Gaza, más cuatro asentamientos colonos ubicados en Samaria y prometido para finales del 2005, el caos reinará en esa pequeña zona del planeta, si antes no se logra un acuerdo político sólido que pueda ser capaz de demostrar al mundo que los palestinos tienen capacidad de dirigir a sus instituciones y a su pueblo de manera soberana e independiente, y con un proyecto serio de desarrollo social y económico.

Por otro lado, el pasado 11 de julio un atentado terrorista se cobró la vida de una joven soldado israelí de 19 años, tras cuatro meses de relativa calma en Tel Aviv. Este atentado se perpetró dos días después de que el máximo Tribunal Internacional de la O.N.U declarase ilegal, en un fallo no vinculante, al muro/cerca que el Estado de Israel está construyendo en el norte y centro de su frontera con Cisjordania. El debate que desató esta polémica construcción tiene básicamente dos aristas: las interpretaciones jurídicas citadas en su contra y el argumento de seguridad para Israel reiteradamente proclamado por la Administración Sharon. Si bien este muro/cerca de hecho está virtualmente anexionando un porcentaje de territorio cisjordano, también exhibe una drástica reducción en el número de atentados desde que comenzó a edificarse (185 km hasta ahora, de un total de 700 km), si se compara con los funestos años 2002 y 2003. Si bien es cierto que la prioridad del Estado de Israel ante este conflicto es mantener sus fronteras seguras (Israel permanentemente invoca el artículo 51 de la Carta de la O.N.U � el derecho a la legítima defensa de los Estados, que nada puede limitar-) también tiene la obligación de respetar la voluntad y la soberanía del pueblo palestinopara que puedan fundar su Estado en los territorios hoy en disputa.