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Dossier 6 - Los Refugiados Palestinos

El dilema de los refugiados palestinos

Por Adrián Jmelnizky*

(Desde Buenos Aires)

 

Las negociaciones de paz acontecidas en julio del 2000 entre la Autoridad Nacional Palestina y el Estado de Israel, con la mediación de los EEUU, no resolvieron las principales diferencias entre palestinos e israelíes. Como consecuencia de ello no se estableció el esperado acuerdo de paz entre ambos actores. Así, el naufragio de Camp David llevó a un profundo desconcierto en la arena internacional, motivando a muchos analistas a interrogarse acerca de las razones de tamaño fracaso.

En aquel diálogo iniciado en Oslo (1993), las cuestiones que resultaban de mayor complejidad para un futuro acuerdo final, eran el status de la ciudad de Jerusalem, en su sector oriental, la profundidad de la devolución territorial a la que estaba dispuesto a acceder el gobierno laborista de Ehud Barak -tomando en cuenta el importante número de asentamientos judíos en los denominados "territorios"- y la cuestión del "retorno" de los refugiados palestinos al territorio soberano israelí. �Cuál de estas problemáticas, o qué otra posible causa fue la que hizo estallar siete años de negociaciones bilaterales entre palestinos e israelíes? La respuesta a este interrogante es altamente compleja. Por esta razón, me dedicaré a analizar solamente uno de estos dilemas, tal vez el de mayor dificultad de resolución, y el que congrega enorme carga simbólica en las relaciones palestino-israelíes. Me estoy refiriendo a la cuestión del derecho al retorno de los refugiados palestinos. Propongo realizar una breve indagación histórica sobre el surgimiento de esta problemática que involucra en la actualidad a alrededor de 4 millones de palestinos en situación de refugio. El movimiento sionista, surgido fines del siglo XIX, comenzó un proceso de inmigración y asentamiento en la denominada Palestina, es decir, la Tierra de Israel para el pueblo judío. Este movimiento nacionalista hebreo generó pocos años después, entre otras cosas, una corriente con componentes igualmente nacionalistas en la población palestina. Ambas tendencias entraron rápidamente en competencia en una región que era gobernada por el Imperio Británico desde 1917. Las tensiones entre ambas poblaciones, el ishuv judío y la población árabe local, llevaron a momentos de violencia especialmente altos en los años 1920, 1921, 1929, y de 1936 a 1939. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el Mandato Británico en Palestina se encontraba en una situación de profundo desgaste. Ello condujo a Gran Bretaña a buscar una solución en el marco de las recientemente creadas Naciones Unidas. En ese contexto se constituyó la comisión UNSCOP, encargada de analizar y resolver la cuestión de Palestina. Esta comisión presentó en noviembre de 1947 a las Naciones Unidas, una propuesta de partición del territorio en dos Estados independientes, uno árabe y otro judío. A partir del dictamen, la ciudad de Jerusalem se encontraría en una situación de administración internacional. La propuesta de la comisión UNSCOP fue aprobada con 33 votos a favor, 13 en contra y 11 abstenciones. El público judío bajo mandato británico celebró la determinación de la ONU. Ellos entendían que era una oportunidad histórica para concretar la creación de un Estado judío en la Tierra de Israel, luego de más de 2000 años de exilio, más allá de las condiciones geográficas de la mencionada propuesta. El sector árabe, por su parte, evaluó esta decisión de la Naciones Unidas como injusta y arbitraria ya que en ella no se tomaba en cuenta el derecho de la mayoría poblacional en el territorio considerado que era justamente de origen árabe. En mayo de 1948 las tropas británicas se retiraron iniciándose la Guerra de la Independencia, así calificada por la historiografía israelí, o el "Nakba" (la tragedia), de ese modo denominada por la población palestina. Uno de los resultados de este contienda bélica que continuó hasta enero de 1949, fue la migración de alrededor de 600.000 árabes, que vivían hasta mayo de 1948 en el territorio del recientemente Estado de Israel a Judea, Samaria, Gaza, Jordania y Siria. Solo permanecieron dentro del nuevo territorio soberano israelí alrededor de 156.000 árabes, que a partir de ese momento se constituyeron en ciudadanos israelíes. Aquella mayoría árabe, que "se trasladó" o "fue trasladada" hacia otros territorios conformó el fenómeno de los refugiados palestinos, que en la actualidad abarca a cerca de 4 millones de personas. �Cuál fue la razón que causó tamaño traslado poblacional? La postura palestina sostiene que los árabes fueron expulsados en el contexto de la guerra de 1948 por el Estado de Israel, y consiguientemente, como personas en situación de refugio, tienen derecho a regresar a sus ciudades y aldeas, a reclamar una compensación económica y a exigir por parte del Estado de Israel un reconocimiento de su responsabilidad por lo acontecido en aquellos años La posición israelí es más heterogénea con relación al tema de los refugiados. Señalan por su parte que los palestinos no tienen derecho "al retorno" ya que ellos, al no aceptar la partición aprobada por las Naciones Unidas en el año 1947 e iniciar la guerra de 1948, fueron creadores del problema de los refugiados. Sostienen que el traslado palestino en el contexto de la denominada Guerra de la Independencia, fue gestado por los propios países árabes a partir de constantes convocatorias a retirarse del territorio en conflicto. Simultáneamente afirman que alrededor de 900.000 refugiados judíos se gestaron como consecuencia de ese mismo contexto político. Ellos, provenientes de países árabes, a partir de 1948 debieron abandonar sus antiguos hogares, siendo absorbidos e integrados al Estado de Israel. En los últimos años ha surgido en el campo académico de varias universidades israelíes una corriente interpretativa denominada "los nuevos historiadores". Ellos consideran que existió una responsabilidad del recientemente creado Estado de Israel en fomentar la partida masiva de pobladores árabes. Sus interpretaciones son abonadas con una importante prueba empírica. Más allá de las profundas causas de este proceso histórico, en el campo israelí existe un extenso consenso que toda aceptación del "retorno de los refugiados palestinos" al territorio soberano israelí representa el final de uno de los mitos fundacionales del sionismo, es decir, la idea de constituir un Estado judío en la Tierra de Israel. Lo dilemático de este conflicto es que en el marco judeo-israelí, la mayoría no desea renunciar a la condición judía del Estado de Israel, mientras que en el contexto palestino, toda renuncia a revindicar la cuestión de los refugiados toca un aspecto fuertemente simbólico en la conciencia nacional palestina. Estas condiciones estructuran un "juego de suma cero", un marco en el que el éxito de una de las posiciones representa indefectiblemente la derrota de la otra. Una situación que sin la creatividad de los líderes de ambos pueblos y la intervención internacional no podrá ser superada.

*El autor es docente de Ciencia Política (UBA) e investigador.

 

Ayuda humanitaria en un contexto altamente politizado

Por Peter Hansen*

 

Un consenso ha surgido en el Medio Oriente sobre un punto, entre gente que sustenta puntos de vista ampliamente divergentes: algo debe ser hecho en favor de las familias palestinas de la Ribera Occidental y de la Franja de Gaza. Ellas enfrentan una crisis de una dimensión tal que amenaza a todos en la región.

El 16 de julio pasado, Ariel Sharon, el Primer Ministro de Israel, llamó por teléfono a Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, para pedir un esfuerzo internacional para ayudar al pueblo palestino. El 24 de julio, Daniel Kurtzer, Embajador de Estados Unidos en Israel, llamando a la situación en los territorios ``un desastre humanitario�, urgió a Israel a levantar las restricciones para viajar a los palestinos. El 26 de julio, el diario The New York Times informó sobre un estudio en marcha de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos que había encontrado dramáticamente incrementado la malnutrición y la anemia entre los niños palestinos. El domingo 28 de julio, el Primer Ministro Sharon había anunciado una flexibilización de las restricciones para viajar, y había nombrado a Shimon Peres, Ministro de Asuntos Exteriores, para coordinar la ayuda. Las Naciones Unidas esperan que estas decisiones serán rápidamente implementadas, de manera tal que produzcan una diferencia substantiva en las condiciones de vida de los palestinos.  La llamada de Sharon se produjo el día en que Annan estaba reunido en Nueva York con sus colegas del denominado Cuarteto: Colin Powell, Secretario de Estado de los Estados Unidos, Igor Ivanov, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, y Javier Solana, representante de la Unión Europea. Ellos acordaron que un completo acceso a la ayuda humanitaria sería la manera más rápida de comenzar a mejorar el drama de los palestinos, y que las Naciones Unidas deberían liderar el esfuerzo humanitario.  Las Naciones Unidas poseen la más grande operación humanitaria en el terreno en el Medio Oriente, con un personal de 10 mil personas solamente en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza: el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA). Desde 1950, esta agencia ha abastecido las necesidades de salud básica, educación y bienestar de los refugiados de la guerra Árabe-Israelí de 1948 y sus descendientes, algunos de los cuales todavía viven en los denominados campos de refugiados, que son pueblos de edificaciones de dos y tres pisos, mientras que muchos otros se han dispersado a través de la región.  Desde septiembre de 2000, la UNRWA también ha estado tratando de aminorar el impacto humanitario de la violencia, los toques de queda, y clausuras sobre los refugiados en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza. Ha incrementado masivamente su provisión de ayuda de alimentos: mientras antes de la contienda llegaba a 11 mil familias de refugiados, está actualmente abasteciendo a cerca de 220 mil familias a lo largo de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza. Dado que la economía palestina se ha estancado, las demandas sobre los recursos de la UNRWA han crecido proporcionalmente.

Desde hace tiempo Israel ha entendido que la labor de la UNRWA es un importante factor en la estabilidad de toda la población palestina que se halla a sus puertas. En 1967, cuando tomó control de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza, Israel pidió a la UNRWA que continuara con su trabajo allí, una responsabilidad que, sin la agencia, hubiera caído en los hombros de Israel como potencia ocupante. Más recientemente, en noviembre de 2001, el delegado israelí a la Asamblea General expresó ��el aprecio de Israel por los esfuerzos de la UNRWA en proveer importantes servicios, especialmente en los campos del cuidado de la salud y la educación�''.  A pesar de tales declaraciones, ha recibido ataques de comentaristas en Israel y los Estados Unidos. Hay algunos que alegan, equivocadamente, que la agencia de ayuda no es parte de la solución a la violencia en la región, sino parte del problema.  La UNRWA enfrenta muchas dificultades en el servicio de una población tan altamente politizada, aunque no llevara a cabo tareas de policía y administrara los campos de refugiados (donde viven un tercio de los refugiados). La agencia está comprometida a asegurar que sus instalaciones permanecen libres de actividad militante y asegura que sus 22 mil integrantes, 99% de los cuales son refugiados palestinos, no permitirán que sus creencias políticas interfieran con sus deberes como funcionarios civiles internacionales.   Estos esfuerzos recientemente han provocado ataques de comentaristas árabes (y de miembros de la entidad que nuclea a los miembros de la agencia), quienes reclaman que la UNRWA suprime la libertad de expresión. No obstante, en un ambiente tan polarizado como el de Medio Oriente, la UNRWA perdería rápidamente toda credibilidad si permitiera que su compromiso con las normas de justicia se diluyera por temor a las críticas, sin importar de dónde pudiera venir.  La UNRWA está trabajando con sus donantes para abordar las dificultades creadas por el entorno político. Por varios años, ha producido materiales didácticos para escuelas promoviendo la tolerancia, la resolución no violenta de conflictos y los derechos humanos. La agencia planea expandir este programa con mayor apoyo financiero internacional de los Estados Unidos, el cual ha sido de lejos el más generoso aportante de fondos para la ayuda a los refugiados palestinos. Tal apoyo y comprensión de la comunidad internacional es vital para continuar el trabajo de ayuda de la agencia que continúa operando apolíticamente en una región polarizada políticamente, y aliviar la desesperada situación de los refugiados palestinos.

* Comisionado General del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA).
Fuente: www.un.org/unrwa/spanish

 

Refugiados palestinos: hacia la construcción política de su tierra prometida

Por Patricio Abramzon

(Desde Buenos Aires)

 

La aceptación por parte de Sharon y su gabinete ministerial de la �Hoja de Ruta�, el plan de paz de Bush para la zona de Medio Oriente, abre nuevas perspectivas para la región. Sin embargo, dicha aceptación se produjo no sin reservas. Entre los puntos de esta propuesta considerados �inaceptables� para los israelíes se destaca el que hace mención al retorno de los refugiados palestinos al territorio del Estado de Israel.

La cuestión de los refugiados pasó a ser un elemento crucial en el conflicto árabe-israelí recién a partir de las frustradas negociaciones de paz de Camp David en el año 2000. En dicha cumbre, el ex Premier israelí, Ehud Barak, ofreció a los palestinos el 92% de lo que reclamaban en términos territoriales, más la devolución de Jerusalem oriental. No obstante, Arafat no sólo no aceptó la propuesta, sino que rompió la mesa de negociaciones sin hacer contraoferta alguna, lanzó la exigencia monolítica del retorno de los refugiados palestinos a Israel y desató la segunda Intifada. Esta catástrofe duró dos años, causó la pérdida de 4000 vidas y sometió a la postración económica a los dos pueblos.  Si nos retrotraemos unos años en la historia, en el año 1947 la Asamblea General de la ONU aprueba la resolución que reconoce el derecho de los dos pueblos, judío y árabe � palestino, a tener sus respectivos Estados, la que se conoce como el Plan de Bipartición. Esto significó el fin del Mandato Británico sobre el territorio de Palestina. La parte judía aceptó la resolución, mientras que la árabe � palestina no. Entonces, el 14 de mayo de 1948, Ben Gurión declara con solemnidad la creación del Estado de Israel. Por desgracia, inmediatamente después de formulada esta declaración se lanza un ataque feroz de los siete ejércitos árabes más poderosos en conjunto contra el naciente Estado judío. El período bélico que se abre a partir de aquí es conocido por los judíos como �La guerra de la independencia�, mientras que para los árabes � palestinos se denomina el �Nakba�, o �desastre�. El cese al fuego trae dos consecuencias visibles: la afirmación del Estado de Israel como un hecho irreversible y el éxodo de 600.000 palestinos. Los historiadores han debatido intensamente acerca de las causas de esta emigración. Las diversas versiones incluyen: un exilio voluntario de los palestinos, la huida por temor al avance de las tropas judías, o porque éstas directamente los expulsaron. Muchos otros aseguran que todas estas causas pesaron a la vez.  El drama humanitario de los refugiados palestinos es una realidad. No obstante, hay muchos elementos convergentes que hacen de ésta una situación compleja de la que no se pueden extraer conclusiones simplistas. Ahora pasemos a describir estos elementos:  En primer lugar, al mismo tiempo en que se produce el éxodo de los palestinos, se advierte un exilio forzado similar de 600.000 refugiados judíos provenientes de los países árabes, que escapaban de persecuciones. Aquellos, al llegar al Estado de Israel, fueron absorbidos como ciudadanos; ergo: fin del drama de los refugiados judíos.   En cambio, ninguno de los países árabes receptores de los refugiados palestinos les ha otorgado la ciudadanía. Por su parte, la práctica común fue mantenerlos en campamentos, para transformarlos en un símbolo del conflicto con Israel.   Por este motivo, hay que señalar en segundo lugar que el de los palestinos es el único caso de refugio en el mundo que se mantiene sin resolución efectiva por más de 55 años. Es un hecho que ni los propios palestinos, ni los países árabes, han aceptado soluciones alternativas, más allá del reclamo del retorno al territorio israelí. Lo cual nos lleva a sugerir que esta cuestión además de ser un drama humanitario reviste una fuerte connotación política. Respecto a la protección internacional que se le brinda a los refugiados palestinos debemos mencionar que no están bajo el mandato del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), sino de la UNRWA (Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente). Esta organización, creada en 1949 por la Asamblea General de la ONU, es la entidad específica que tiene a su cargo la ayuda humanitaria a los refugiados palestinos.  Los Estados árabes insistieron en que los refugiados palestinos debían ser excluidos del mandato del ACNUR y de la Convención sobre los Refugiados de 1951. Les preocupaba que la definición de refugiado que se debatía en el borrador de la convención ** debilitase la posición de los palestinos, cuyos derechos a regresar como grupo habían sido reconocidos en resoluciones de la Asamblea General. Otras partes temían también que el carácter apolítico de la labor prevista para el incipiente ACNUR fuera incompatible con la enorme politización de la cuestión palestina.  De esta forma, el ámbito geográfico de operaciones de la UNRWA quedó circunscrito al Líbano, Siria, Jordania, Cisjordania y la franja de Gaza. Sólo si un palestino sale del campo de operaciones de la UNRWA entrará en el mandato del ACNUR y le será aplicable la Convención de 1951.   Algo a destacar es que a diferencia de lo que ocurre con el ACNUR, el ámbito de trabajo de la UNRWA no incluye la búsqueda de soluciones permanentes para los refugiados que tiene a su cargo. El mandato del UNRWA consiste principalmente en prestar servicios esenciales y no en proporcionar protección internacional, que es lo que, por el contrario, constituye el núcleo del trabajo del ACNUR. A partir de garantizar la protección de los refugiados, el ACNUR orienta su accionar hacia una gama flexible de opciones que van desde gestionar el retorno de los refugiados a su país de origen, hasta hacer posible el reasentamiento de los mismos en otros países; teniendo en cuenta todo tipo de variantes intermedias y/o alternativas. Entre todas sus operaciones, el ACNUR ha ayudado a cerca de 50 millones de personas a reiniciar su vida.  Para destacar lo opuesto, a mediados de los años cincuenta, la UNRWA intentó poner en práctica dos importantes planes de reasentamiento. En ambos casos, fueron los países árabes y los propios refugiados palestinos quienes los rechazaron e insistieron en hacer valer su derecho a retornar.   La UNRWA, por su parte, no ha insistido lo suficiente en este camino. Con ironía, muchos de sus críticos señalan que mientras ACNUR siempre va a tener problemas de refugiados en el mundo para atender, la UNRWA (y su burocracia) sólo puede justificar su existencia en la irresolución del drama y las penurias de los refugiados palestinos.   Este escenario se complica en la medida en que la miseria social contribuye junto con el resentimiento y el fanatismo a la proliferación de los grupos terroristas que pueblan los campamentos de refugiados. En tercer y último lugar, hoy día los refugiados han llegado ya a su tercera generación e incluso a la cuarta. No son ya 600.000 como en 1948 sino 4 millones aproximadamente. Si pensamos que Israel tiene una población de 6 millones de habitantes, aceptar el retorno total de los refugiados palestinos a su territorio sería simplemente un suicidio.  En cambio, los distintos equipos negociadores israelíes han manifestado que están dispuestos a recibir simbólicamente a una parte de estos refugiados, y a dar compensaciones de todo tipo. El resto de los refugiados puede volver sin mayores problemas al futuro Estado Palestino o a cualquier otro lugar del planeta Tierra.  Está claro que Israel no es el único actor relevante y/o responsable en esta cuestión: deben involucrarse también los países árabes y la comunidad internacional en su conjunto. El problema de los refugiados palestinos sólo se podrá resolver mediante la cooperación integral y el compromiso político de todos ellos.  Conclusión:  Más allá de la violencia y el desencuentro histórico, Israelíes y Palestinos están destinados a coexistir. Es un hecho de la historia. Por tal motivo, el Plan de la Hoja de Ruta se puso en marcha y, con avances y duros retrocesos, se abre una nueva oportunidad para la paz.   Esta paz, para ser alcanzada, requiere de una fuerte voluntad política de parte de los líderes de ambos pueblos y, sobre todo, de la comunidad internacional. Pero ante todo, el camino de la paz precisa flexibilidad y mutua comprensión.  No es tan importante cómo se inició el drama en Medio Oriente sino cómo quieren los actores que éste termine: se impone definir estrategias de fin de conflicto. Si se dejara a un lado la carga del orgullo herido, y el �ojo por ojo�, se podría encarar la agenda humanitaria del presente y del futuro, respecto a los refugiados palestinos (lugar de residencia, trabajo, salud, seguridad, educación, etc.), y respecto al desarrollo integral de la región.  La Tierra Prometida es eso: tierra fértil, que hay que trabajar arduamente y sembrar. Sólo así crecerá el mejor de los frutos: la convivencia en paz. Ojalá que así sea.

* El autor es Politólogo de la UBA y ha cursado la Maestría en Políticas de Migraciones Internacionales de la UBA y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Tesis en proceso de elaboración.

** Toda persona que [...] debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él.

 

La solución más postergada de la historia

Gustavo D. Perednik

(Desde Israel)

 

El verdadero problema insito en el caso de los refugiados palestinos, es la manipulación informativa. El resto puede obtener fácil solución. Destacar un asunto de entre miles, y pasar a definirlo como �problema�, es un ardid propagandístico con el velado intento de priorizar ciertos intereses por sobre otros, e imponer al debate internacional un arbitrario orden del día. Así fue con �el problema judío� y así se deriva de �el problema de Jerusalem�.

Sin duda los pueblos árabe-musulmanes (el palestino incluido) padecen gravísimos dificultades: la práctica de la esclavitud, la degradación de la mujer, la explotación de niños, la lasciva pompa de sus jeques, emires y reyezuelos; la violenta persecución de �desvíos� sexuales, la pena de muerte por apostasía o adulterio, la poligamia, la corrupción, la represión de conciencia, la falta de libertad de expresión, de asociación, de prensa; el atraso, el analfabetismo, la tendencia constante hacia la violencia, la aquiescencia terrorista. En fin: lo peor de las sociedades contemporáneas se ha concentrado en la guarida del mundo árabe, un resabio medieval al que su principal intelectual, Edward Said, ha denominado �un infierno�. Un infierno social al que lo agrava una característica que le es propia: echarle siempre la culpa al mundo externo. La Liga Árabe es la antítesis de la autocrítica, y por ende nunca avanza en la solución de sus problemas.

Por ello, será ineficaz quien de la mezcolanza de desdichas que hemos desgranado, se empecine en agitar una sola, aquélla con la que los árabes pueden volver a achacarle culpas a los de afuera (innecesario aclarar que Israel es el permanente candidato a acusado). Quien exima a los árabes de asumir responsabilidad por sus infortunios, deberá de hacerlo por una de dos motivaciones: o bien una mala intención judeofóbica, o bien una miopía masoquista de quien acata el temario que le dictan los violentos.

En cualquiera de los dos casos, aceptar que el gran problema del Medio Oriente son los refugiados palestinos, tendrá como efecto impedir que los sufrientes árabes, por una única vez, inviertan sus esfuerzos en paliar sus verdaderos infortunios, en vez de dedicar sus energías a denigrar a Israel.

Un uno por ciento muy popular

Casi toda guerra, en mayor o menor medida, produce refugiados. Desde la segunda guerra mundial hubo en el mundo cien millones. El 99% de esos casos terminaron resolviéndose satisfactoriamente, aun cuando se trataba de poblaciones que migraban con idiomas distintos de los de los países que finalmente los absorbieron, y que practicaban culturas y religiones diferentes. El único 1% tercamente postrado, fueron los refugiados árabes, a pesar de que su veintena de Estados poseen un territorio mucho mayor que toda Europa (para una población que es sólo un cuarto de la europea), con inmensas riquezas petroleras. Estados que, además, tienen religión e idioma uniformes, lo que reduciría la tarea de captar refugiados a una mera cuestión de buena voluntad. Precisamente, que nunca hayan deseado resolverlo, ése es el verdadero problema.

Los judíos sí solucionamos la desgracia de nuestros refugiados (enormemente peor que la de los árabes) gracias a que la sociedad israelí es autocrítica: como no busca constantemente las culpas afuera, aceptó el desafío y venció todo escollo. Arribaron a Israel sin trabajo, sin sustento, sin idioma, con traumas y dolor, millones de ellos, a quienes una sociedad pequeña, joven, agredida, sin recursos ni petróleo, les otorgó vivienda, educación, salud, democracia, identidad y futuro. El maravilloso éxito es la quintaesencia del sionismo. De entre los millones de refugiados judíos, una parte de ellos inmigraron precisamente desde los países árabes, de donde se vieron obligados a escapar humillados y desposeídos. Y aunque en cifras fueron similares a los refugiados árabe-palestinos (más o menos medio millón), cabe señalar una diferencia: mientras los judíos huyeron bajo amenazas, los árabes partieron, en su mayoría, azuzados por las bravatas árabes que les prometían vanamente regresar una vez que Israel fuera destruido. A fin de noviembre de 1947 el delegado egipcio en la ONU advertía que �la vida de un millón de judíos de los países musulmanes se ve puesta en peligro debido a la partición�. Los líderes israelíes, por el contrario, le ofrecieron a los árabes que permanecieran en el país hebreo naciente. Y se produjo un intercambio de poblaciones, perfectamente natural, que en otros casos fueron expeditamente aceptados por la comunidad internacional (como el resultante de guerras entre India y Pakistán, o entre Grecia y Turquía, entre otros).

Nunca crear, siempre destruir

La exigencia del liderazgo de Arafat de que los refugiados palestinos regresen a Israel (lo que terminó arruinando las negociaciones en Camp David en 2000 y los motivó a la más sangrienta agresión), implica una paradoja notable para su movimiento nacional.

Si desean un Estado palestino independiente, no es lógico proponer a un tiempo la división de su pueblo. Uno no puede ser un nacionalista palestino, y simultáneamente impulsar la despalestinización de su propia gente, por medio de pedir que una parte de ésta sea israelí.

Esta paradoja no la señalo sólo yo. La menciona expresamente Khalil Shikaki (director del Centro Palestino de Investigación Política y Opinión de Ramallah) en su artículo en el Wall Street Journal de la última semana de julio 2003).

Lo que Shikaki omite es que la paradoja tiene una explicación, clara y dolorosa. El movimiento nacional palestino no procura ningún logro nacional, nunca lo ha procurado, ni siquiera la independencia. Lo que busca es la destrucción del otro. En aras de ese objetivo, está dispuesto a sacrificar a su propia población, sea perpetuando la miseria de los refugiados, sea educando a sus niños en el odio y en modelo de la autoinmolación como antesala del paraíso, sea en el rechazo reiterado de crear su propio Estado para convivir con Israel (como hicieron en Camp David).

La responsabilidad de los refugiados árabes es de ellos. Si hubieran aceptado la partición de 1947, no habría habido ningún refugiado.

La responsabilidad de las guerras sangrientas en el Medio Oriente, es de ellos. Si hubieran aceptado alguna de las proposiciones israelíes en aras de una paz genuina, no habría habido en nuestra región tanto torrente de sangre de ambas partes.

Una de las expresiones más trágicas del objetivo arafatista de destruir al otro y de no construir nada para su propio pueblo, es la conmemoración de la �nakba� que ha comenzado hace algunos años. Los líderes palestinos no estimulan a su gente a celebrar ningún logro propio, sino a lamentarse de los ajenos, y así cada 15 de mayo manifiestan con violencia contra la independencia de Israel. No plantean una medida que resuelva la adversidad de sus refugiados, sino una que permita destruir Israel. Por eso Abu Mazen, el nuevo Primer Ministro palestino, ha despertado nuevas esperanzas al descartar la insistencia arafatista de que los refugiados palestinos sean �repatriados� a Israel.

El sino trágico de los palestinos es que su problema tiene una solución al alcance de la mano. Como lo señaló Albert Memmi, todo su sufrimiento comenzó porque se trasladaran a unos pocos kilómetros de distancia, hacia terruños con su mismo idioma y costumbres. Si no fueron absorbidos, es porque sus hermanos, los líderes árabes, quisieron (y quieren) usarlos como peones políticos para seguir amedrentando a Israel.

Con una módica contribución de los inagotables pozos petroleros sauditas, y buena voluntad, el problema se resolvería en cuestión de meses.

Pero los medios de difusión, enceguecidos por su obsesión anti-israelí, han optado, también en este tema, por echar más leña al fuego en vez de estimular la solución. Quienes legitiman la cortina de humo que se llama �refugiados palestinos�, y de este modo alientan demandas irredentistas encaminadas a destruir Israel, ellos son el problema. El de la perseverante enemistad para socavar a Israel, que sí es un asunto serio. A diferencia del otro, es muy profundo, y su solución aún no se ve en el horizonte.

*El autor es escritor y pensador judío.