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Dossier 7 - Relaciones ONU-Estado de Israel

Las Naciones (des)Unidas

Por Julián Schvindlerman*

Frente a los cuarteles centrales de la ONU en Ginebra se encuentra una plazoleta en cuyo centro se erige, prominente y llamativa, una enorme silla de tres patas. Se trata de un monumento contra las minas abandonadas que estallan bajo los pies de gente amputándoles así bruscamente una pierna. Al verla, no pude evitar pensar que la obra podría también ser un atinado comentario sobre las propias Naciones Unidas: en su conformación actual, sirve tanto como una silla de tres patas.

De sus 191 estados-miembro, solo 85 son democracias liberales respetuosas de derechos políticos y libertades humanas básicas. Libia -un país bajo sanciones internacionales por promover terror, y además abusador los derechos humanos- ejerció la titularidad de la Comisión de Derechos Humanos. Siria -un país que goza de la singular distinción de figurar en los listados de naciones que esponsorean terrorismo en el Departamento de Estado norteamericano- fue presidente del Consejo de Seguridad. Irak, en tiempos en que Sadam Husein estaba armándose clandestinamente hasta los dientes, iba a presidir la Conferencia de la ONU sobre el Desarme. (El régimen iraquí declinó asumir funciones para evitar captar mayor atención global ante la inminencia de la invasión norteamericana). Esto es tan solo reflejo de un mal mucho peor aún: un quiebre estructural en el organismo producto del copamiento de tiranías tercermundistas de un foro creado por estados democráticos y occidentales. Una lamentable manifestación del fenómeno ocurrió en mayo de 2001, cuando los Estados Unidos de América, la más formidable democracia en la actualidad, perdió su asiento en la Comisión de Derechos Humanos (lo recuperó en abril de 2002). A su vez, existen agrupamientos anárquicos que entorpecen el normal funcionamiento de la ONU. El Movimiento de los No Alienados, creado durante la Guerra Fría a modo de contrapeso de los bloques occidentales y orientales, posee 115 miembros que agrupa tanto a dictaduras como a democracias, quedando estas últimas usualmente un tanto pegadas a las decisiones del bloque. Para remediar esta situación, Freedom House y el Council on Foreign Relations, dos importantes organizaciones no gubernamentales norteamericanas, han propuesto crear un caucus democrático en el recinto de la ONU. Así como existen grupos regionales que unen a las naciones según el parámetro de la geografía, debiera crearse un bloque de democracias según el parámetro del respeto a las libertades civiles y otros elementos que constituyen a los genuinos entes democráticos. El objetivo sería procurar el afianzamiento democrático y la exclusión de los despotismos. En una conversación con un diplomático latinoamericano, frente a la presentación de esta idea, él llamó mi atención a un punto relevante: ¿quién exactamente definirá que es una democracia en la ONU? Este interrogante cuya respuesta parece evidente, en el ámbito surrealista de las Naciones Unidas puede derivar en conclusiones insólitas. Debemos recordar que para el bloque árabe/musulmán, explotar civiles en las calles de Tel-Aviv no es terrorismo, sino una legítima y válida expresión política de un luchador por la libertad. Razón por la cuál, este organismo aún no ha llegado a una definición internacionalmente aceptada respecto de lo que es terrorismo y lo que no lo es. (No obstante, la ONU ha adoptado varias resoluciones sobre el terror, ha incluso creado un Comité contra el Terrorismo, y ha confeccionado acuerdos internacionales sobre el tema). Con lo cual, instalar el debate sobre qué conforma una democracia, qué la diferencia de una dictadura, y qué estados-miembro calificarían en consecuencia para integrar la Comisión de Derechos Humanos, bajo esta atmósfera bien podría producir desenlaces inesperados. Con todo, la iniciativa, en mi modesta opinión, debe ser apoyada en virtud de su lógica simple, justa y correcta. Aún si todo saliera mal -si Egipto, Arabia Saudita, Argelia fueran exitosas en presentarse ellas como democracias- entonces el mundo entero quizás pasara a comprender cuan deforme es este augusto organismo. Al ingresar al Palais des Nations en Ginebra, uno cruza un sendero adornado con las banderas de todas las naciones-miembro de la ONU. Hacia el final del mismo se encuentra la bandera israelí, la que flamea en armoniosa compañía con todas las demás. Eso es afuera. Durante mi experiencia en Ginebra como representante de UN Watch, una ONG dedicada al monitoreo de la ONU en Suiza, fui testigo de varias instancias de linchamiento diplomático anti-israelí, de las interminables sesiones en las que los "distinguidos embajadores" árabes, tal como los denomina de oficio el titular de turno antes de darles la palabra, denostan a Israel y al pueblo judío con epítetos profundamente ofensivos, de las risas conjuntas de delegados árabes y musulmanes frente a comentarios lesivos pronunciadas por algún payaso vestido de diplomático, y de como el rito, la forma y el procedimiento encubren tantísimas barbaridades morales. Pero ha sido el silencio cooperativo, la indiferencia ecuménica, la complicidad por omisión del mundo libre lo que más me ha chocado. Sin las abstenciones de Europa y Latinoamérica, las desbalanceadas resoluciones anti-israelíes inspiradas por árabes y musulmanes difícilmente serían adoptadas por la ONU. De continuar en su ruta de mano única hacia la decadencia moral, cada vez menos personas verán a las Naciones Unidas como el foro respetable que pretende ser.

*Julián Schvindlerman es autor de "Tierras por Paz, Tierras por Guerra" (Ensayos del Sud: 2002) y ex director ejecutivo adjunto de United Nations Watch. Especial para “Horizonte, para una convivencia en Medio Oriente”. 
 

 

Por la paz, contra la ONU*

Por Gustavo D. Perednik 

(Desde Jerusalem, Israel) 

Israel siempre tiene la culpa. Nuestros detractores, en vez de sostener que los árabes se oponen a una conferencia regional, dirán que “Israel rechaza una internacional”. Insistirán en que Israel se opone "a un Estado palestino” (uno más) en vez de que “los árabes se niegan a negociar directamente con Israel”. Nuestro punto de vista marcará si destacamos la mitad llena de la copa, o la vacía.

Por eso sorprende que frecuentemente algunos de los que están “de este lado“del conflicto repitan los clichés del enemigo: para ellos, no son los regímenes árabes los que entorpecen el proceso de paz. Es Israel... porque no acepta alegremente las propuestas árabes. Sorprende, digo, y más que eso. Parece que todo el mundo tiene el derecho de disentir sin ser considerado obstáculo para la paz, menos el Estado hebreo. Y eso que es el único que en un proceso de paz arriesga su seguridad. Ejemplifiquémoslo con uno de las necesidades israelíes: excluir a la O.N.U                                                                                                             

Una organización enferma                                                                                                                                    
El rol de la O.N.U. en el conflicto del Medio Oriente ha sido causa del agravamiento de las tensiones, de guerras, y aún de actos terroristas. Es cierto que la decisión de la Asamblea General del 29/11/47, recomendando la partición de la Palestina Occidental, fue positiva. Y aunque gracias a la intransigencia árabe, nunca llegó a cumplirse, debemos admitir que la mera iniciativa en ese sentido ya fue un acto de justicia, que reconoció el derecho histórico y moral de los judíos a un Estado en estas tierras.  Es cierto también que después de la Guerra de Independencia, la O.N.U. coadyuvó a lograr los armisticios entre Israel y sus respectivos vecinos, gracias a la mediación del entonces Secretario General, el norteamericano Ralph Bunche.   Pero lo fundamental es que desde aquellas primeras medidas, tímidamente encaminadas en el sendero de la paz, se agotó hace medio siglo toda acción positiva de la organización. A partir de entonces, los veintiún votos árabes fueron imponiendo su petromayoría en el recinto de la O.N.U., debilitaron el principio cardinalísimo de negociación entre las partes enfrentadas, y llevaron al absurdo de que la organización en bloque fuera instrumento de sus designios de destruir a un Estado miembro.  La O.N.U. no reaccionó cuando los sirios bombardeaban los asentamientos del Valle de Juleh y mataban pescadores indefensos, ni cuando terroristas se infiltraban desde Egipto y Jordania para asesinar a civiles israelíes. Pero para impedir la expulsión de un puñado de árabes-palestinos es capaz de llamar a los signatarios de la Convención de Ginebra. No condena los misiles iraquíes sobre Tel Aviv, pero sí la violación del espacio aéreo ugandés para rescatar a los rehenes en Entebe.  Dije que la O.N.U. provocó guerras. La de los Seis Días se vio precipitada por la decisión del entonces Secretario General U-Thant, que se sometió a las amenazas de Nasser y retiró del Sinaí las Fuerzas de Emergencia que estaban allí apostadas precisamente para evitar una guerra.  Dije que produjo tensiones. En 1974, Argelia, que presidía tanto la Asamblea General de la O.N.U. como a los países No-Alineados, logró el status de observador permanente para la OLP (pese a su entonces desenfadado terrorismo), y las Naciones Unidas aprobaban la resolución 3239 que hablaba del "derecho palestino a la autodeterminación, independencia nacional y soberanía sobre Palestina” sin siquiera aludir a la existencia del pueblo judío, que también la habitaba.  Dije que generó terrorismo. Bajo la imperdonable presidencia de un ex-criminal de guerra nazi, emitió en 1975 su resolución 3379, que equiparó al sionismo con el racismo. Esta fue el nadir de la campaña para deslegitimar a Israel y se vio sucedida por cruentos atentados que la festejaron con sangre inocente. Triste prontuario para un ente cuya plataforma redactada en San Francisco después de la Segunda Guerra Mundial, habla de paz, derechos humanos, justicia, progreso social, tolerancia y unidad.  

La O.N.U. abiertamente contra la paz
                                                                                                            
  
Los Acuerdos de Camp David, máximo logro de paz para la región, no solamente no fueron firmados bajo los auspicios de la O.N.U., sino que fueron acremente atacados por ella, que los tachó de "nulos y no válidos". Medida increíble en una organización cuyo artículo primero declara que sus objetivos son 1) Mantener la paz internacional y la seguridad y 2) Desarrollar relaciones amistosas entre los países.  Nada puede ofrecer a la paz entre Israel y sus vecinos una organización en la que en cada Asamblea General anual, adopta más de treinta resoluciones anti-israelíes. Una cuyas numerosas agencias crearon comités especiales dedicados al "problema palestino", constituídos por Estados hostiles.  Israel no está “en contra“ de la O.N.U. Está a favor de la paz. Para acercarnos a ella, es indispensable excluir a la O.N.U.   Ello no quiere decir que deban obviarse las resoluciones positivas del Consejo de Seguridad, si gozan de consenso. Las dos más equilibradas, la 242 (posterior a los Seis Días) y la 338 (posterior a Iom Kipur), pueden ser marco para eventuales negociaciones. Porque por primera vez, devolvieron a la O.N.U. a los principios de paz, seguridad, reconocimiento mutuo y negociaciones (por eso son rechazadas por regímenes locos como el de Libia, o la OLP). Cualquier influencia mayor que ésa por parte de la O.N.U., sólo estropeará el frágil proceso de paz. La tiranía siria insiste en darle poderes a la O.N.U. Y de las once preguntas que había planteado a Baker la delegación árabe-palestina, la sexta, como eje sostén, se obstinaba en una eventual Conferencia de Paz sea un proceso continuo, en vez de llevar a negociaciones directas entre las partes después de la primera sesión.   Su intención es obvia. Cuanto más internacional el marco, más se facilitará que la petromayoría mueva a los No-Alienados y al Tercer Mundo a enfrentar a Israel, por enésima vez. El objetivo de Israel también es claro: impedir esa internacionalización, para salvar el proceso real de paz.  

*Publicado en “Aurora”, Tel Aviv, 2/5/91. Gentileza del autor.

 

Resolución 3379 de la Asamblea General de las Naciones Unidas*

    Traducción: Sebastián Kleiman

El 10 de noviembre de 1975, la Asamblea General de la ONU determinó que el Sionismo (movimiento nacional del pueblo judío) era una forma de racismo y discriminación social. Esta decisión, inusual y sorprendente, acarreó un fuerte debate. A continuación presentamos el texto de esta resolución  

“La Asamblea General, evocando su resolución 1904 (XVIII) del 20 de noviembre de 1963, que proclama la Declaración de las Naciones Unidas por la eliminación de toda forma de discriminación racial, y en particular su afirmación de que “cualquier doctrina de diferenciación o superioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa” y su expresión de alarma frente a “las manifestaciones de discriminación racial aún en evidencia en algunas áreas del mundo, algunas de las cuales son impuestas por ciertos gobiernos por medios legislativos, administrativos o por otras medidas”,                                                     

Evocando también que, en su Resolución 3151 G (XXVIII) del 14 de diciembre de 1953, la Asamblea General condena, inter alia, la impía alianza entre el racismo sudafricano y el sionismo.                                                                                                                                

Tomando nota de la Declaración de México sobre la igualdad de las mujeres y su contribución al desarrollo y a la paz, de 1975, proclamada por la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, mantenida en la Ciudad de México, desde el 19 de Junio al 2 de Julio de 1975, que promulgó el Principio de que “la Cooperación internacional y la paz requieren el logro de la liberación nacional y de la independencia, la eliminación del colonialismo y neo-colonialismo, la ocupación extranjera, el Sionismo, el Apartheid y la discriminación racial en todas sus formas, así como el reconocimiento de la dignidad de los pueblos y su derecho a la autodeterminación”,                            

Tomando nota asimismo de la resolución 77 (XII) adoptada por la Asamblea de Líderes de Estados y Gobiernos de la Organización de la Unidad Africana en su duodécima sesión ordinaria, mantenida en Kampala desde el 28 de julio al 1 de agosto de 1975, que consideró que “el régimen racista en la Palestina ocupada y el régimen racista en Zimbawe y Sudáfrica tienen un origen imperialista en común, formando un todo y teniendo la misma estructura racista y estando vinculadas orgánicamente en su política orientada a la represión de la dignidad e integridad del ser humano”,                                                                          

Tomando nota a su vez de la Declaración y Estrategia Política para Fortalecer la paz Mundial y la Seguridad y para Intensificar la Solidaridad y la Asistencia Mutua entre los países no-alineados, adoptada en la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de los Países No-alineados mantenida en Lima desde el 25 al 30 de agosto de 1975, que condenó más severamente al Sionismo como una amenaza a la paz y a la seguridad mundial y llamó a todos los países a oponerse a esta ideología racista e imperialista,                       Determina que el Sionismo es una forma de racismo y discriminación racial.” 

*Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel                                                               

 

Respuesta israelí a la resolución 3379 de la ONU*

Traducción: Sebastián Kleiman

Reproducimos los pasajes más importantes pronunciados por el entonces Embajador israelí ante las Naciones Unidas, Jaim Herzog, ante la Asamblea General de la ONU, contestando a la resolución 3329, que equiparara al sionismo con el racismo, el 10 de noviembre de 1975

“Sr. Presidente,  es simbólico que este debate, que bien podría demostrar ser un punto de inflexión en el destino de las Naciones Unidas y un factor decisivo en la plausible continuidad de la existencia de esta organización, deba tener lugar el 10 de noviembre. Una noche como la de hoy, treinta y siete años atrás, ha entrado en la historia como la Kristallnacht, la noche de los cristales. Fue la noche del año 1938 en que las tropas de asalto de Hitler lanzaron un ataque coordinado contra las comunidades judías en Alemania, quemaron sinagogas en todas las ciudades y encendieron hogueras en las calles con las Sagradas Escrituras y los Rollos de la Torá. Fue la noche en que los hogares judíos fueron atacados y los jefes de familia separados de sus seres queridos, muchos para ya no volver. Fue la noche en que los escaparates de todas las tiendas y negocios judíos fueron destrozados, cubriendo las calles en las ciudades de Alemania de una película de cristales rotos que se disolvieron en los millones de cristales que dieron nombre a dicha noche. Fue la noche que condujo, eventualmente, a las cámaras de gas, Auschwitz, Birkenau, Dachau, Buchenwald, Theresienstadt y otros campos. Fue la noche que llevó al más terrorífico holocausto en la historia del hombre.  Esta de hecho convenido, Sr. Presidente, que este debate, concebido con el deseo de desviar al Medio Oriente de sus movimientos hacia la paz y engendrar un sentimiento penetrante de Antisemitismo, tenga lugar en el aniversario de este día. Está de hecho convenido, Sr. Presidente, que las Naciones Unidas, que comenzó su vida como una alianza Anti-Nazi, deba treinta años después verse en camino de convertirse en el centro mundial del antisemitismo. Hitler se hubiera sentido en su casa en numerosas ocasiones a lo largo del último año, escuchando las exposiciones en este forum, y por sobre todo las exposiciones durante el debate sobre el sionismo.  La resolución contra el sionismo fue originalmente una que condenaba el racismo y el colonialismo, materia en la cual podríamos haber consensuado, consenso que, por otra parte, es de gran importancia para todos nosotros y para nuestros colegas africanos en particular. Sin embargo, en lugar de permitir que esto ocurriera, un grupo de países, embriagados por el sentimiento de poder inherente a la mayoría automática y soslayando la importancia de lograr un consenso en la cuestión, encaminaron a la ONU, en una maniobra desdeñosa, a través del uso de la mayoría automática, hacia la inclusión del sionismo en la materia sujeta a debate.   No vengo a esta tribuna para defender los valores morales e históricos del pueblo judío. Vengo aquí a denunciar los dos grandes males que amenazan a la sociedad en general y a la sociedad de naciones en particular. Estos dos males son el odio y la ignorancia. La clave para comprender al sionismo reside en su nombre. La colina más oriental de la antigua Jerusalén, durante el siglo X antes de la era común, se llamaba Sión. De hecho, el nombre Sión, referido a Jerusalén, aparece 152 veces en el Antiguo testamento. El nombre es una abrumante designación poética y profética. La cualidades religiosas y emocionales del nombre se deben a la importancia de Jerusalén como Ciudad Real y como Ciudad del Templo. El “Monte Sión” es el lugar en donde Dios mora. Jerusalén, o Sión, es un lugar donde el Señor es Rey, y donde El ha instalado a su rey, David.  El Sionismo es al pueblo judío lo que los movimientos libertarios de áfrica y Asia han sido para sus propios pueblos.  En tiempos modernos, en el pasado siglo XIX, avivados por las fuerzas conjuntas de la persecución antisemita y del nacionalismo, el pueblo judío organizó el movimiento Sionista para hacer su sueño realidad. El Sionismo como movimiento político fue la revuelta de una nación oprimida contra la depredación y la malvada discriminación y opresión de los países en los cuales floreció el antisemitismo. No es una coincidencia que los partidarios de esta resolución incluyan países que son culpables de los horribles crímenes del antisemitismo y la discriminación hasta hoy en día.  El apoyo al objetivo del Sionismo fue concebido por el Mandato para Palestina de la Liga de las Naciones y fue nuevamente avalado por las Naciones Unidas en 1947, cuando la Asamblea General votó con mayoría abrumadora por la restauración de la independencia judía en nuestra antigua tierra.  El re-establecimiento de la independencia judía en Israel, tras centurias de lucha para sobreponerse a la conquista externa y al exilio, es una vindicación de los conceptos fundamentales de la igualdad de las naciones y de la autodeterminación. Cuestionar el derecho del pueblo judío a la existencia nacional y a la libertad no es sólo negar al pueblo judío el derecho acordado a todos los otros pueblos del globo, sino también negar el precepto central de las Naciones Unidas.  Las diatribas viciadas sobre el sionismo pronunciadas aquí por los delegados árabes podrían llegar a dar a esta Asamblea la impresión errónea de que mientras que el resto del mundo apoyó al movimiento nacional de liberación del pueblo judío, el mundo árabe fue siempre hostil al sionismo. Este no es el caso. Líderes árabes, conocedores de los derechos del pueblo judío, avalaron fervientemente las virtudes del sionismo. Sherif Hussein, líder del mundo árabe durante la Primera Guerra Mundial, vio con buenos ojos el retorno de los judíos a Palestina. Su hijo, el Emir Feisal, que representó al mundo árabe en la Conferencia de Paz de París, tuvo esto para decir acerca del sionismo:  “Nosotros, árabes, especialmente quienes hemos recibido educación, vemos con la más profunda simpatía el movimiento sionista… Les desearemos a los judíos una cálida bienvenida a casa… Estamos trabajando juntos para un Cercano Oriente reformado y revisado, y nuestros dos movimientos se complementan entre sí. El movimiento es nacional y no imperialista. Hay lugar en Siria para los dos. De hecho, pienso que ninguno puede ser un éxito sin el otro.”  Es tal vez pertinente en este punto recalcar que cuando la cuestión de Palestina estaba siendo debatida en las Naciones Unidas, en 1947, la Unión Soviética apoyó fuertemente la lucha judía por la independencia. Es particularmente relevante recalcar algunas observaciones de Andrei Gromydo: “Como sabemos, las aspiraciones de una parte considerable del pueblo judío están vinculadas con el problema de Palestina y con el de su futura administración. Este hecho apenas requiere pruebas… Durante la última guerra, el pueblo judío experimentó dolor y sufrimiento. Sin ninguna exageración, este dolor y sufrimiento son inefables. Es difícil expresarlos en frías estadísticas sobre víctimas judías a manos de agresores fascistas. Los judíos en los territorios en donde los hitleristas ejercían dominio fueron sujetos a un aniquilamiento físico casi completo. El número total de judíos que perecieron a mano de los verdugos nazis se estima en aproximadamente seis millones…”  Las Naciones Unidas no pueden ni deben observar esta situación con indiferencia, desde el momento en que esto sería incompatible con los altos principios proclamados en su Estatuto, que brega por la defensa de los derechos humanos, independientemente de raza, religión o sexo…  Qué triste es ver aquí a un grupo de naciones, muchas de las cuales no se han liberado si no recientemente del dominio colonial, ridiculizando uno de los más nobles movimientos de liberación de este siglo, un movimiento que no sólo brindó un ejemplo de coraje y determinación a los pueblos que luchan por su independencia sino que ayudó activamente a muchos de ellos durante el período de preparación para su independencia o inmediatamente después.  Aquí tienen un movimiento que es la encarnación de un espíritu pionero único, de la dignidad del trabajo, y de valores humanos duraderos, un movimiento que ha presentado al mundo un ejemplo de igualdad social y democracia abierta que esta resolución asocia con conceptos políticos aborrecibles.  Nosotros en Israel nos hemos esforzado por crear una sociedad que se afana en implementar las ideales más altos de sociedad -política, social y culturalmente- para todos los habitantes de Israel, independientemente de su credo religioso, raza o sexo.  Muéstrenme otra sociedad pluralista en el mundo en la que, a pesar de las dificultades, Judíos y árabes vivan juntos con tal grado de armonía, en la que la dignidad y los derechos del hombre sean respetados ante la ley, en la que no se aplique la pena de muerte, en la que la libertad de expresión, de movimiento, de pensamiento, estén garantidas, en la que incluso movimientos que se oponen a los objetivos nacionales estén representados en el Parlamento.  Los delegados árabes hablan de racismo. ¿Qué le ocurrió a los 800.000 judíos que vivieron más de doscientos años en tierras árabes, que formaron algunas de las comunidades más antiguas mucho antes del advenimiento del Islam? ¿Dónde están ahora?  Los judíos fueron alguna vez una de las comunidades importantes en el Medio Oriente, los líderes del pensamiento, del comercio, de la ciencia medieval. ¿Dónde están ellos en la sociedad árabe actual? Ustedes se atreven a hablar de racismo cuando yo puedo señalar con orgullo a los ministros árabes que han servido en mi gobierno; al vocero árabe de mi parlamento; a los oficiales y hombres árabes que sirven por su propia voluntad en nuestras fuerzas de defensa de frontera y nuestras fuerzas policiales, frecuentemente al mando de tropas judías; a los cientos de miles de árabes de todo el Medio oriente que aglomeran las ciudades de Israel cada año; los cientos de árabes de todo el Medio Oriente que vienen a Israel para tratarse en nuestros hospitales; a la coexistencia pacífica que se ha desarrollado; al hecho de que el árabe sea una lengua oficial en Israel a la par del hebreo; al hecho de que sea tan natural para un árabe servir en cualquier oficina pública en Israel tal como es incongruente pensar en un judío sirviendo en cualquier oficina pública en un país árabe, incluso que sea admitido en muchos de ellos. ¿Es eso racismo? ¡No lo es! Eso, Sr. Presidente, es sionismo.  Esta resolución maliciosa, diseñada para desviarnos de su propósito principal, es parte de un peligroso idioma antisemita que está siendo insinuado en cada debate público por parte de aquellos que han perjurado bloquear la movida actual hacia la concordia y en última instancia hacia la paz en Medio Oriente. Esto, junto con movidas similares, esta concebido para sabotear los esfuerzos de la Conferencia de Ginebra para la paz en Oriente medio y para desviar de su propósito a aquellos que están moviéndose a través del camino que conduce a la paz. Pero no tendrán éxito, porque no puedo sino reiterar la voluntad política de mi gobierno de llevar a cabo toda medida que conduzca a la paz, basada en el compromiso.  Lo que estamos viendo hoy aquí no es más que otra manifestación de antisemitismo encarnizado, del odio anti-judío que anima la sociedad árabe. ¿Quién hubiera creído que en este año, 1975, las maliciosas falsedades de los “Sabios de Sión” serían distribuidas oficialmente por los gobiernos árabes? ¿Quién hubiera creído que hoy en día contemplaríamos una sociedad árabe que enseña el más vil odio anti judío en sus jardines de infantes?... Estamos siendo atacados por una sociedad que está motivada por la más extrema forma de racismo conocida en el mundo actual. Este es el racismo que fue expresado tan sucintamente en las palabras del líder de la O.L.P., Yassir Arafat, en su discurso de apertura en el Simposio de Trípoli, Libia: “No habrá ninguna presencia en la región más que la árabe…” En otras palabras, en el Medio Oriente, desde el Océano Atlántico hasta el Golfo Pérsico, sólo una presencia está permitida, y ésta es la presencia árabe. A ningún otro pueblo, sin importar cuán profundas sean sus raíces en la región, le está permitido ejercer su derecho a la autodeterminación.  Miren el destino trágico de los kurdos de Irak. Vean lo que le ocurrió a la población negra en el sur de Sudán. Vean el deplorable riesgo en que se encuentra la Comunidad Cristiana en Líbano. Vean la abierta política de la OLP, que en su Convenio de Palestina del año 1964 llama a la destrucción del Estado de Israel, que niega cualquier forma de compromiso sobre la cuestión de Palestina y que, en palabras expresadas por su representante tan sólo días atrás en este mismo edificio, considera a Tel-Aviv territorio ocupado. Vean todo esto, y verán ante ustedes las dos causas de los males gemelos de este mundo, el odio ciego de los proponentes árabes de esta resolución, y la ignorancia abismal y la malicia de aquellos que lo apoyan.  La cuestión frente a esta Asamblea no es Israel ni el sionismo. La cuestión es el destino de esta organización. Concebida en el espíritu de los profetas de Israel, nacida de una alianza anti-nazi tras la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, ha degenerado en un foro que ha sido descrito esta semana por Paul Jonson, uno de los periodistas más prominentes en uno de los principales órganos de pensamiento social y liberal en Occidente, como “rápidamente en proceso de convertirse en una de las creaciones más corruptas y corruptoras en la Historia de las instituciones humanas… casi sin excepción aquellos que conforman la mayoría vienen de países notables por su opresión racista de todos los matices concebibles.”                                                                                                        

Israel es una democracia social, el acercamiento más próximo al estado libre socialista en El mundo; su pueblo y su gobierno tienen un profundo respeto por la vida humana, tan apasionado de hecho que, a pesar de toda provocación concebible, ellos han rehusado durante un cuarto de siglo a ejecutar tan siquiera a uno de los terroristas capturados. Ellos también tienen un cultura antigua y vigorosa, y una tecnología floreciente. La combinación de cualidades nacionales que han aunado en su breve existencia como Estado es un oprobio perpetuo y amargo para la mayoría de los países cuyos representantes se pavonean en el edificio de la ONU. Así Israel es envidiado y odiado; y esfuerzos se llevan a cabo para destruirlo. La exterminación de los israelíes ha sido desde hace tiempo el principal objetivo del Terrorismo Internacional; ellos calcularon que si podían quebrar a Israel, entonces el resto de la civilización sería vulnerable a sus asaltos…  En la cuestión que tenemos frente a nosotros, el mundo se ha dividido entre el bien y el mal, decencia y maldad, humanidad y villanía. Nosotros, el pueblo judío, remarcaremos en la historia nuestra gratitud a aquellas naciones que se han rehusado a apoyar esta maléfica proposición. Sé que este episodio habrá fortalecido las fuerzas de la libertad y la decencia en este mundo y fortificado al mundo libre en su determinación de fortalecer los ideales que tanto estiman. Sé que este episodio habrá fortalecido al sionismo así como habrá debilitado a las Naciones Unidas.   Al tiempo que yo estoy aquí en esta tribuna, la larga y orgullosa historia de mi pueblo se desarrolla frente a mis ojos. Veo a los opresores de nuestro pueblo sucederse a lo largo de las eras en una malvada procesión hacia el olvido. Estoy aquí ante ustedes como el representante de un pueblo fuerte y floreciente que los ha sobrevivido y que sobrevivirá a este vergonzoso espectáculo y a los proponentes de está resolución.  No estoy aquí como suplicante. Voten como su conciencia moral se los dicte. Porque la cuestión no es Israel ni el sionismo. La cuestión es la continuidad de la existencia de esta organización, que ha sido degradada hasta su punto más bajo de descrédito por una coalición de déspotas y racistas”.  El voto de cada delegación grabará en la historia la posición de su país en racismo antisemita y antijudaísmo. Ustedes mismos portan la responsabilidad de su posición frente a la historia, porque como tales serán vistos por la historia. Nosotros, el pueblo judío, no olvidaremos.  Para nosotros, el pueblo judío, esto no es más que un episodio pasajero en una historia pletórica de eventos similares. Ciframos nuestra confianza en nuestra providencia, en nuestra fe y en nuestras creencias, en nuestra sagrada tradición, en nuestros afanes por avances sociales y valores humanos, y por nuestro pueblo donde sea que se encuentre. Para nosotros, el pueblo judío, esta resolución basada en el odio, la falsedad y la arrogancia, está desprovista de todo valor moral o legal.” 

*Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel                                                          

  

 

Discurso de Silvam Shalom frente a la Asamblea General de las Naciones unidas* 

Traducción: Sebastián Kleiman

A continuación se transcribe el texto del discurso del Ministro de Relaciones Exteriores Silvan Shalom a la 58º Asamblea General de las Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2003, tal como fue publicado por la Oficina de Prensa del Gobierno. 

“Sr. Secretario General, Sr. Presidente, Distinguidos Delegados, Damas y Caballeros, Quisiera felicitar a su Excelencia, el Ministro de Relaciones Exteriores de Santa Lucía, en su asunción de la Presidencia de la Asamblea General, y desearle mucho éxito. Sr. Presidente, Hasta hace un mes, toda persona en esta sala y todo miembro de esta organización se unió a nosotros en la esperanza de que el proceso de paz de Oriente Medio finalmente retomase su curso, y de que la resolución del conflicto palestino-israelí comenzara a entreverse en el horizonte. El establecimiento de un nuevo Gobierno Palestino auguró un fin al terror y un nuevo punto de partida para la paz. Este destello de esperanza fue opacado el 19 de agosto por extremistas que hicieron explotar un autobús lleno de familias judías que regresaban a sus casas tras rezar en el Muro de los Lamentos, el sitio más sagrado para la religión judía. Veintitrés personas, jóvenes y ancianos, madres y bebés en sus cunas, fueron asesinados en este ataque. Este ataque fue perpetrado por Hamas, una organización terrorista que bajo el plan para la paz “Hoja de Ruta” debería haber sido desmantelada por la Autoridad Palestina. El fracaso en desmantelar a Hamas ha llevado nuestros esfuerzos diplomáticos a un punto muerto. Más que actuar para cumplimentar su obligación, la Autoridad Palestina ha elegido la ruta de la inacción, de la complicidad con el terror. No podemos permitir que esto continúe. Debemos devolver la esperanza en que podemos construir un futuro mejor para nuestros niños. La infraestructura del terror debe ser desmantelada para que podamos volver a poner en marcha los esfuerzos de paz. No existe otro momento. No existe otra forma. Sr. Presidente, Durante muchos años se creyó que el terrorismo en Oriente Medio era un problema de Israel, no del mundo. Hoy en día, el mundo lo entiende de otra manera. Hoy, no es sólo Israel el que lamenta la pérdida de sus seres queridos, mujeres y niños y bebés, a manos de terroristas. Se nos han estado uniendo pueblos de todas partes del mundo desde Mombasa hasta Casablanca, de Moscú a Bali. Incluso las Naciones Unidas, que para tantos es un símbolo de paz y buena voluntad, tampoco es inmune. Hoy aquí en Nueva York, tan sólo dos años después del 11 de septiembre, la comunidad de naciones ya sabe que aquellos que pretenden avanzar en sus agendas políticas a través del asesinato de inocentes, están dispuestos a atacar a cualquiera que represente los valores de la libertad y de la vida humana. El terrorismo nos ha declarado la guerra a todos. Israel muchas veces ha estado sola en esta batalla. Como país que ha sufrido más que ningún otro a causa del terrorismo, nosotros hemos entendido desde siempre el peligro que éste supone a la democracia y a la libertad en todas partes, incluso cuando otros se rehúsan a verlo, y nos condenan por nuestros actos. Nosotros siempre hemos entendido que el terrorismo –sin importar a qué causas alegue servir- busca únicamente destruir, no es constructivo en ninguna forma. No puede haber neutralidad en la guerra contra el terrorismo ni tampoco inmunidad para quienes están involucrados en él. Abstenerse no es una opción. Esta no es una guerra optativa. El terrorismo no será eliminado hasta que el mundo se una contra él. Nuestra única opción es la victoria. Cada miembro de la comunidad internacional debe tomar medidas concretas y preventivas para cortar todos los canales de apoyo financieros, morales y políticos de este enemigo común. Los Estados –miembros de esta Institución- que apoyan al terrorismo y les dan refugio, son ellos mismos cómplices del terror. Deben ser responsabilizados de sus crímenes. No es una coincidencia que los estados que apoyan al terrorismo, como Irán y Siria, también están esforzándose por adquirir armas de destrucción masiva. Su hostilidad hacia la libertad y las reglas de la ley ponen en jaque al futuro de la humanidad. Sr. Presidente, Sé que muchos en este lugar ven a Yasser Arafat como el símbolo de la lucha palestina. Trágicamente –para su pueblo y para el nuestro- él es uno de los íconos mundiales del terror.

En los diez años transcurridos desde que Arafat declarara su compromiso con Israel –y con el mundo- de no hacer más uso del terror, 1.126 israelíes han sido asesinados y miles heridos en 19.000 ataques palestinos diferentes. En números relativos, esto equivaldría a 11.000 franceses o 56.000 americanos que hubiesen muerto a manos del terrorismo en un período similar de tiempo. Esta carnicería debe parar. Su impacto en ambas sociedades es devastador. Yasser Arafat tiene directa responsabilidad en este terrible sufrimiento. Ha conducido a su pueblo por el camino del terror –desde secuestros a atentados suicidas- durante más de treinta años. Siempre prefiriendo el dolor israelí por sobre el beneficio palestino. El ha sido –y sigue siéndolo- el mayor obstáculo para la paz entre nuestros pueblos. Mientras siga controlando los hilos del poder, no podrá emerger ningún liderazgo moderado. Votar por Arafat –como lo vimos en la Asamblea apenas la semana pasada- es votar en contra del pueblo palestino. Cuando Arafat gana, triunfa el terrorismo, y perdemos todos. En lugar de plegarse alrededor de Arafat, la Comunidad Internacional debería plegarse en torno a los verdaderos intereses del pueblo palestino. Deben hacerlo ahora, antes de que él lo conduzca aún más hondo en el camino del terror y la destrucción. Sr. Presidente, Cuando finalmente emerja un liderazgo palestino responsable y fortalecido –un liderazgo dispuesto a unirse a la guerra contra el terror- encontrará en nosotros un complaciente socio para la paz. Israel está comprometido con la visión para la paz en Medio Oriente esbozada por el Presidente George Bush el 24 de junio de 2002. Israel no comprometerá la seguridad de sus ciudadanos. Pero hará más de lo necesario –como lo hemos probado con anterioridad- para traer paz y seguridad a los dos pueblos. Estamos listos para trabajar con los palestinos y la comunidad internacional para hacer realidad esta visión. Para que esto suceda, el liderazgo palestino debe tomar la decisión moral y estratégica de abandonar el terrorismo de una vez por todas, y hacer posible la paz. Ellos deben llevar a su pueblo a construir su propia sociedad, en lugar de buscar la destrucción de la nuestra. Ellos, también, deben comprender que no es la pobreza lo que alimenta el terror sino el terror lo que alimenta la pobreza. Estimados colegas, No podemos atenernos solo al desmantelamiento de la infraestructura del terror. Debemos también construir una infraestructura de paz. Está en manos de los líderes políticos y morales, en todas partes, fomentar un ambiente que rechace a los extremistas y fortalezca a los hacedores de la paz. Esto es particularmente así en el mundo árabe y Musulmán, donde la incitación contra Israel cierra a corazones y mentes las posibilidades de paz. Los líderes deben alejar a su pueblo de la cultura del odio, y remplazarla por una cultura de la tolerancia. Expresiones concretas de cooperación e intercambio deben ser construidas, -en la prensa y en el gobierno, en la educación, la ciencia y los negocios- para reforzar el mensaje de tolerancia y aceptación. En aras de nuestro futuro colectivo, las voces de la moderación deben ser oídas. Sr. Presidente, Esta cultura de la paz debe permitir atravesar no sólo las fronteras del Oriente Medio; debe a su vez atravesar los muros de las Naciones Unidas. En el pasado, las Naciones Unidas han mostrado que pueden desempeñar un rol positivo. Esta Asamblea fue clave en la Fundación del Estado de Israel, cincuenta y cinco años atrás. Las resoluciones 242 y 238 del Consejo de Seguridad son nuestros mojones a la hora de negociar la paz. Para desempeñar ese rol constructivo en el futuro, la ONU debe reformarse. Debe alejarse de la hostilidad partisana que ha adoptado respecto a la agenda del Oriente Medio. Durante más de tres décadas, esta Asamblea ha pasado cada año una letanía de resoluciones diseñadas para desacreditar a Israel, desafiar sus intereses, y promover la voluntad de sus mayores enemigos. En mi mano, sostengo una colección de decisiones del la 57º Asamblea General sobre el Medio Oriente. Ciento cincuenta y siete páginas llenadas, no con esperanza, sino con las agendas negativas del pasado. Ningún otro país ha sufrido tan injustificado ataque ni consistente discriminación dentro del sistema de la ONU. Ha llegado la hora de terminar con esta campaña de incitación diplomática. En nombre de israelíes y palestinos –en nombre de la ONU y de la propia paz- invoco a este cuerpo a elevarse por sobre las exhaustas políticas del pasado, y a adoptar una nueva, valiente agenda para el futuro. Hago un llamado a la Asamblea General a abandonar la adopción automática de resoluciones anti-israelíes, y a encontrar caminos para volver a ser relevante a los intereses del pueblo al que alega servir. Llamo a esta Asamblea a cumplir con su misión histórica y a ayudar a promover lo que nos une, no lo que nos divide. Sr. Presidente, En la mañana del 1 de febrero de este año, Israel perdió su primer astronauta en el desastre del trasbordador espacial Columbia, un avezado y valiente piloto a quien conocí personalmente, hijo de sobrevivientes del holocausto, un héroe nacional. El Coronel Ilan Ramon encarnaba el espíritu de nuestra nación. Un hombre de coraje y acción, dedicado al bienestar de su pueblo, al tiempo que buscaba contribuir al progreso de su prójimo. Encontró la muerte junto con colegas de los estados Unidos y de India, en una misión científica en nombre de la humanidad entera. El lugar de Israel en tales afanes de cooperación y logros internacionales no es una coincidencia. En los cincuenta y cinco años desde que el Estado de Israel fuera establecido, reconocido y bienvenido en la familia de las naciones, nuestros logros en los campos de la ciencia y la tecnología, las artes y las letras, la agricultura y la medicina, han llegado al nivel de los mejores en el mundo. Nuestro programa de cooperación internacional se celebra en más de cien países de todo el globo –compartiendo conocimientos, experiencia y sabiduría en beneficio de millones de personas. Extendemos esta mano de amistad a todas las naciones del mundo. Saludamos con beneplácito nuestras crecientes relaciones, así como permanecemos comprometidos en promover relaciones más estrechas con áfrica, Asia y las Américas. Sr. Presidente, La visión sionista de los fundadores de Israel fue traer al mundo un Estado en nuestra antigua patria que sirviera como refugio a nuestro pueblo frente a las persecuciones. Un lugar donde el pueblo judío pueda ejercer su derecho a la autodeterminación en la era moderna. Un bastión de la democracia y de la oportunidad para todos sus ciudadanos. Nuestros fundadores también juramentaron la promesa, no sólo para el pueblo de Israel, sino para el pueblo de Oriente Medio en su totalidad, de perseguir la paz y de trabajar para el avance común de nuestra región. Conozco personalmente el significado profundo de esta empresa histórica. Vine a Israel como un joven refugiado de Túnez. He servido en el ejército como uno de los cientos de miles de inmigrantes a quienes Israel ha garantizado porvenir y protección, libertad y oportunidad, a través de los valores e instituciones de la democracia. Hoy estoy aquí para reafirmar, ante las naciones del mundo, el compromiso de mi país con la paz. La paz, para el pueblo de Israel, es tanto un imperativo moral como histórico. “Shalom” –paz en hebreo- es una palabra central en nuestro lenguaje y en nuestra herencia. Es nuestra fórmula de saludo y de despedida. Es un nombre que damos a nuestros hijos. Es mi propio apellido. Fue nuestro profeta Isaías quien trajo este mensaje de paz al mundo hace ya siglos, cuando dijo: “Y deberán convertir sus espadas en arados, y sus lanzas en podaderas. Ninguna nación debe blandir una espada contra otra, ni tampoco deben aprender más a guerrear“. El historial de Israel es claro. Cada vez que un verdadero socio para la paz emergió, encontró extendida la mano de Israel. Esto fue cierto cuando el Presidente Anwar Sadat de Egipto vino a Jerusalem en 1977 y fue cierto cuando el Rey Hussein de Jordania firmó el tratado de paz con nosotros en 1994. Lo mismo es válido para hoy en día. Israel está listo para completar el círculo de paz con todos sus vecinos. Paz real. No sólo paz para los titulares de los periódicos, sino una paz que ponga fin a la violencia y a la hostilidad, y que traiga un cambio positivo a los ciudadanos de la región. Desde este gran estrado –un estrado compartido por toda la humanidad- hago un llamado a los líderes de Siria y Líbano, de Irán y del pueblo palestino, a abandonar de una vez por todas sus hostilidades hacia nosotros, y se nos unan en la construcción de un futuro mejor para nuestros hijos. Sr. Presidente, Esta tarde debo regresar a Jerusalén, la capital eterna del pueblo judío, para unirme a ellos en la celebración de Rosh Hashaná, el año nuevo judío. De acuerdo a nuestra tradición, este es un tiempo en donde Dios determina el destino de todos y cada uno de los individuos para el año próximo. Son, estos, días de reflexión y plegarias. Ojalá nuestras plegarias por la paz y por la vida sean escuchadas, y que las acciones y tratados de todos los estados y pueblos representados en este recinto, traigan a la humanidad paz y seguridad, y todas las bendiciones que la vida puede ofrecer.”

*Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel